Capitulé sueños al despertar,
sueños de un sueño eléctrico.
Alcancé soñar mortajas de
abedules despidiéndose de ese otro sueño nocturno;
sueños de un sueño ilimitado,
trascendido en columnas de un vapor material.
Al despertar he oído disparos,
de una noche anterior, bajo un
noctambulismo genérico;
al despertar he sido un
durmiente soñando surrealidades pretéritas y disonantes.
Creo, o creía, advertir esos
límites, esas advenedizas fronteras de mares carbonizados,
pero he creído estar despierto
cuando soñar ha sido constante fisonomía de un rostro irreflejable.
Y ya, durante los amaneceres,
escalo recuerdos sobre la cima de desatadas montañas,
y clareo, clarean soles
despidiéndose de mis vigilias.