29 ene 2015

Sangro

Afluye la sangre entre estrópicas venas contribuyendo a despertar ocasos. La muerte semeja cercanismos absolutos de sustanciales recaídas; pero todo, todo el cuerpo se expande delatando figuras por venir.
Hidratado, voy hacia un término, hacia un fin, hacia un descampado. Pueblo en él la sangre cayendo con desváricas afrentas sin compromisos de por medio. Solo atribuyo la acción a un destemple, a un frenesí, a un logaritmo insalubre por andar, por andar y andar restregando mis venas sobre el pavimento.
He caído, ya no más andanzas, ya no más vituperables efectos de esa sangre desplomada. Caigo sobre la abstinente causa eficientemente carcomida de revolver y retrotraer anillos de humo áspero. Y las esperas, las demandantes expectaciones por verme suturado, hacen de mí una cláusula hiriente.
Pero, caído, sangro derramando ríos de muerte que se equipararán a tormentas glaciales convirtiéndome en quien ha sangrado el llanto de los dioses.

21 ene 2015

Destroza

Quiebra el cuerpo con otros. Ruptura de los míseros, de los clandestinos, de los débiles. Quiebra las persuasiones el puño afilado siendo daga penetrando los hormigones de un celibato renqueante.
Miro hacia arriba: el cielo desciende hasta obturarme los huesos tácitos. Miro hacia abajo: los rebaños del infierno ascienden quemándome hasta persuadir una conclusión perentoria.
No miro más, mis ojos han saltado, me he reestablecido ungiéndolos en escarchas de bruma fatídica. Los ayeres colapsan mientras las esquinas se hacen líquido ante un sol inclemente. Me he muerto, y, mientras, friccionan mi cuerpo suelto espumas de mares incandescentes. Las travesías que una vez he hecho afloran con divaguismos de representaciones suturantes.
No he clamado perdón, no he pertenecido a esa raza que augura los tropiezos. No he sobrevivido; entonces, solo entonces he muerto destrozado vivo y en denodado esfuerzo por parecerme a estas caricias que solo el tiempo da.

10 ene 2015

Extraño

Diseño partículas efímeras en un viento contagioso. Sustraigo notas de un crepúsculo agotador, y sereno, y calmo, y brioso.
Viento que vas, viento que venís, traes artilugios de mimbre coartando sinnúmero de rarezas. Cuando tus aspas se marchan, cuando cada gota de tu aljibe se seca, marchan acelerados los aires que son presa, presa y comida tanto de singularidades tanto de extrañezas.
El viento arenoso trae marchitos desiertos clamando por sus duraciones, por sus rechazos, por sus cegueras. Ambitos de cerilla pueden sofocar la sequedad húmeda de las provisiones llegadas; pero jamás podrán sustraerme hasta degollarlas.
Limpio el pasillo, la sala, la ventana, el rincón. No se desprecia lo traído ni lo oculto, sino las insanas fuentes que originan vientos conduciéndome con extrañezas hacia los presidios de esas ardientes sorpresas.