30 dic 2014

Entierro espacial

Desde que la llama desveló cada uno de mis sentidos, parpadeo perplejo. Los astros me incitan, me claman, me agujerean entre múltiples organismos apodícticos. La llama parpadeo también, pero, en su búsqueda, desenfundó su estropicio hacia el universo.
Lo vi incendiado, caótico, mutilado en arcanismos de una sola y mera idea: su destrucción. Ya entre él y fundido en los fuegos, reconozco cada uno de mis movimientos desplazándose más allá de cada inquietud. Los soles me sonambulan, los satélites me contradicen; aunque yo, ahíto de llamas, muevo brazos y piernas sobre los aires acelerando así las desapariciones. Porque moriré, lo sé, feneceré frente al último sol parpadeándole a la primera llama para que aumente sus decisiones.
Calcinado en el cosmos, pretendo enterrarme en las agujas de los pesares. En sus nimiedades no veré más mi brazo ni mi torso; aunque sí fuegos de un fin llameando destinado a fundirme en pétalos de metales celestes.

17 oct 2014

Encierro

Temo acercarme a tu voz, a tus paseos, a tu ritmo. Encerrado, no recibo visitas; sino las imágenes que este cuarto puede darme.
Somníferas abluciones destellan más allá de las paredes. Son cuernos de sabor bestial, parpadeos de un mismo demonio atosigando sus dientes en la furia de las contemplaciones. Me fugo, voy hacia otra pared. Tus recuerdos sostienen la vara de las paciencias, y cada vez que veo este cubículo intermitente, esas sensaciones son vanos rituales de quien no desea irse.
No sé si podré. No sé si podría hallar una puerta dentro de la habitación. A veces, sobre una pared, veo huecos por donde podría irme agachado; pero no deserto, solo averiguo otras marchas ante la infinitud de los recorridos cuadrangulares.
Pero ya, ya es tarde. Ya ese demonio se ha ido, ya toda espera es una sala blanca donde tal vez cupieras. Y las sombras, una muerte donde me sabré abrazado, encandilado por la brillantez de un gris atinándome entre la oscuridad de un penitente.

6 sept 2014

Eterno resueno

Melodiosos conceptos arriman tenues búsquedas. Mimetizando los espacios reúnen un sinfín de monosilábicas vocales para el trueno de los vientos. No sé si acercarme, no sé si despertar maniobras de un mítico clan de novedades. Pero sí sé que estas ruinas sedientas beberán toda la sangre cuando aún no seque mi cuerpo con la tibieza de los anuncios.
Deberé marcharme mientras viva; o quizás derretirme en el fuego del umbral donde los espantos comienzan iniciando una muerte cariacontecida. No hay preámbulos en la sonata de las puertas. No hay puertas. Y, entre las piedras del ocaso, irrumpen silbidos de ferocidades por venir.
Deberé irme mientras pueda; o tal vez secar cada vena en la solidez de una brisa que malévolamente yace aguardando mi último paso. No hay desidia en mí. No hay interés. Puertas y ventanas abiertas en esta caverna asoman riendo por el claustro existente hasta desafiarme.
Entonces voy. Me voy. Dejando ciertas pesadillas detrás me voy para no arruinar las pasarelas de los olvidos donde quepa mi cripta al revivir. Entonces voy, alarmado, hacia la procedencia de una melodía cantándome susurros de una boca que refleja acechanzas por no morir una vez muerto.

23 ago 2014

Precipicios

Cuando los abismos queman hay un prodigio de presencias. Cuando una muerte no acaba; cuando la mismísima cláusula de pertenecer deteriora, desde los fondos se parte.
No creo en la alquimia ni en los supuestos. Descreo, me convenzo cada vez más en que somos artífices en un mundo inesperado. Y desestabilizado, inaparente. Ante cada prejuicio marchan las fábulas convirtiéndose en fieles eslabones de perdiciones ahítas. Y lo visto, lo conocido y figurado, convergen haciéndose uno mientras las asperezas los reclaman.
Un día me acerqué al precipicio. Lo subestimé, lo ultrajé y desconfié de su recelo por demandar caídas precipitosas que hacen de existencias un solemne fin. Y me arrimé hasta la última porción de suelo estable. Miré. Convine: esas siluetas elevándose desde los mares profundos inquietan, sobresalen y conceden las erráticas consecuciones de las vidas. Aquellos que se han arrojado a ese abismo han sido devueltos, doblemente retribuidos.
Las personas suicidas han vuelto, se arriman a mi lado; jamás perderán la finitud y el acortamiento de los presentes. Son salvados, son devueltos luego de arrojarse para que en una segunda oportunidad fallen y sobrevuelen, sin esperanza, hasta andar en continuidades.

15 ago 2014

Instantes

Desde luego hubo de incorporarse. No se puede estar toda una vida sentado en la calle esperando que ocurra un milagro. Le costó. El dolor ese, de siempre, a la altura de los riñones. Y el culo frío y aplanado de horas y horas en la acera. Tenía manos de lunes y ojos de domingo. ¿O eran de sábado? Cabizbajo, como siempre, en busca de algo que surgiera del suelo. Porque una vez vio una yerba intentando salir por una rendija del asfalto de una calle. Del cielo sólo lluvia, y a veces barro. Es lo que tenía vivir cerca del desierto y en él. El tiempo olía a muerto. La lluvia no llegaba y eso hacía que el aire no se pudiese ni respirar. Las personas iban y venían en un lento deambular. Con sentido tal vez, aunque no lograba encontrárselo él. Todas las direcciones llevan a ninguna parte. Recordó aquel botijo -cuando en la infancia- de color teja que provocaba un tráfago constante entre la gente que segaba y que trillaba. Era junio, o tal vez julio, ya no recordaba. Melón y pan era la comida. Vino de una bota, desgastada, la bebida. Fuerte y seco, como el calor de Castilla en estío, cuando ni las culebras se atrevían. Arrastraba los pies, por el asfalto. Andares lentos. De las enormes puertas a un lado y otro, bocanadas de aire acondicionado envolvían la música que invitaba a entrar en los paraísos del momento, donde se arremolinaban las manos con tarjetas de crédito y los ojos vacíos que las portaban. Sentinas de desesperación. Un perro cruzó la calle atemorizado, mirando de un lado a otro, el rabo agachado, casi metido entre las piedras. Los coches haciendo sonar los claxon. Lo miró despacio. Intentó acercarse a él. Tarde. Desapareció tras la esquina de un MacDonald. Le vino a la memoria aquel su perro, grande, mezcla de mastín y pastor. Bullicioso. Ecléctico. Juan Sebastián de nombre, con apellidos incluso, aunque era un perro. Lo desapareció su padre una tarde de verano, en la sierra. Era molesto. Dicen, aunque quizás fuese por lástima, que lo vieron unos pastores, guiando a otros perros. Manada salvaje de otros tiempos ya perdidos. Nunca supo si la verdad es sincera o solo un arte, un encantamiento, un sahumerio. Ya era tarde. La noche siempre llega aunque lo haga con nadie. Esperó el vacío, que nunca lo es, pero parece. Se arrebujó con él mismo, en la puerta de uno de los nuevos templos, y se quedó dormido. O eso quería creer. Recordó que su madre le hacía rezar por las noches, antes de dormir, mientras él pensaba en el olor de aquella niña cuando por las tardes, en la junquera. Mejor bendecir, pero no comida sino personas. La gente ya no reza. Menos aún bendice. La gente repta por la vida buscando clemencia o demencia para poder soportar el hastío con el que envuelven sus penas.

9 ago 2014

Mordaz

Carcome la insanía extrema quien preambula sarcasmos. Nichos despiertan entre telarañas de vivo fuego. De humos abiertos y combativos sin juicios acerca de lo humano.
Ostentan luchas fugaces de imperiosas barbaries los terrenales expertos en anticipar dichas prometiéndolas nefastas. Es uno el sarcástico, por ahí deambula y deteriora exigiendo oídos ausculturales de los pacientes hombres que por esperanza y fe sostienen las rocas que una a una posan ellos. Nadie reivindica, nadie sostiene, nadie se insufla permisos determinantes sobre la carrera de los mástiles enhiestos por piedad y bandereando partículas de compromisos.
Aquellos muchos tiran las cilíndricas maderas más allá de las quietudes de los horizontes. Tiembla en ellos la perpetuidad de melosas antinomias por ceder ante las precogniciones; y, uno a uno, cada uno se perpetúa sometiendo a silenciados las noches de temibles huecos.

3 ago 2014

Vuelto en sí

Frente a los inclementes erupcionares de inequivalentes percances, él se eleva. Su misma corporeidad transita huecos donde cada uno resume sus vituperios, sus ambivalencias injuriosas, sus temerariedades.
Junto al yugo despótico él vence distanciándose entre azotes réprobos. Sabe sublevarse, sabe rechinar y enfrentarse; es que él se eleva con mediáticos acentos sobre lenguas asumiéndose precarias. No desestima el fin último por quienes podrían perjurarlo y mortuorizarlo; aunque ceder es cuestión de segundos, no afectan las luminosidades impartidas su corona de barro.
Junto a rechinares de odio, él saluda y se queda, por más dispendiosos caminos de rupturas anquilosadas hacia sí. Recorre los tramos, los trechos, los recodos y sus diluvios.
Pero él, aquel hombre pensándose indómito, retribuye sonambulismos en siluetas de cristales jamás partidas durante la infinitud de un segundo cediendo.



29 jul 2014

Piedra

Piedras de angostos océanos, rugen.
Hablan la lengua de las profundidades
donde nada es oblongo ni marchito.

Piedras de secas tierras, rumian.
Dicen de caerse hasta las alturas,
un alto donde convergen las insanias del polvo.

Concreto una marcha, un resultado,
y la misma piedra vive en ambos lugares;
aunque triste, aunque desposeída,
de su fuego ubicándola.

25 jul 2014

Lúgubre

Los caminos rodean circunferencias desde un rincón hacia otro. Lo mirado es antagonista, discrepante, molecular y explosivo. Pronto no estará, se irá desde las cláusulas de un tenaz escapismo.
Pero esos caminos deben ser míos, deben pertenecerme. Toda idea sobre ellos se insinúa crepusculante frente a mí, y yo me veo dándoles una y otra vuelta en busca del fin. Pero no sé si adueñarme de lo público, de lo ajeno, de lo circular. Y convengo: nada me detendrá en hallar ese final, esa despiadada confrontación de mis años de búsquedas.
Los caminos son circulares, a mí no han de pertenecerme; es que yo no soy como ellos. Yo transito andares hasta concluirlos, y los círculos se multiplican, y se detienen para que los observe.
Ante mí, un círculo; ante mí, un movimiento de la réplica de su anterior. Concreto me disipo, vuelco cayendo hasta las irradiaciones de las periferias. Pero no, caminaré hasta saberme concluso.
Doy una vuelta, doy otra, y en las inmediaciones temporales recorro todo andar hasta saberlo cúlmine. La línea del fin se arrastra sobre una tortuga hasta el origen de los vértigos. Y caigo, muero, sabiéndome designio de esas constantes formas.

17 jul 2014

Otra mirada

Me senté en la piedra apoyando la espalda
en los líquenes de un árbol hendido.
La mirada huida
al manto inerte que asciende.
Sabor que no hubiese.
El olor de los huecos.
Deseos.
Sentí el vértigo del suicida.
Respiré la vida,
quizá por última.
La mano yerta.
Piel vacía.
No hay más alma que la perdida.
No hay más llanto que el silencio lento,
roto por la noche de una cicuta no bebida.
Santidades.

15 jul 2014

Las varas

Sufría, una vara, alejada del resto presagioso. Era la última hecha, sus patrones y sus mandos convergían entre finos hilachos de poder. Y, en uno de sus extremos, se hallaba el secreto de los armados.
Nadie estimulaba las procedencias de las costumbres; nadie hacía oscilar ante dibujos dérmicos las pieles de las cebras, y esa vara, la póstuma, releía una y otra vez, la magia de las creaciones. Entonces debía ser vista, mucho tiempo después, debía ser adueñada u ofrendada a quien la pudiera manipular. Porque manejarla no era cuestión de muchos; y, mientras, en la vara aumentaba su magia.
Pero prontamente el resto de las varas la ocultaron, humedecieron y enterraron su cuerpo donde jamás sería visto, donde nadie la utilizara.
Bajo los escombros reinó un imperio de artilugios, un comando, un ejército, y ningún esclavo; salvo aquella última vara que esperaba una mano para deshacer el mundo.

6 jul 2014

Prematuralidades

Huyen los entes antes de su parto. Son caminantes bajo cielos sin noches; son evacuaciones de medidos contrasentidos, los cuerpos, corriéndose de lado a lado hasta quebrarse.
Hay vientos secundarios entre las fauces de una flor centrípeta. Hay un encuentro de salutaciones ante cada quién, y en los mismos escabulleos por salir antes, hay huelgas con sentires volcánicos.
Cada parte de sus voces emite con sarcasmo un inicio superlativo, emisario, tangible; y más de uno colabora por retener las infinitas vicisitudes de las fugas. Pero afuera de cada mano se libran despertares con un solo furtivo momento escapándose. No sé si volverán, no lo creo; pero sí veo ante las ausencias de las presencias inmodificables, libertarias injurias sabiéndolas detractoras contra las nubes de las neblinas más enojosas.
Espero que los glaciares retornen, aunque no lo haga su presión, su ira blanca, su cuerpo demoliéndose hacia los fondos marítimos. Espero que vuelvan los idos, cada fugado y mentor en singulares estropicios. Aguarda, la espera, una vuelta para volver a partir.

29 jun 2014

La cápsula

Por dentro, por fuera, la hermeticidad de su cierre vincula raptos de consciencias. Hay preámbulos más allá de los cerramientos; y hay vuelos, y hay detonaciones, y hay despiertes.
Dentro de una cápsula hay heroísmos de mancebos solaces. Hay nutrición con velas de mimbre, pero no hay destellos irrazonables para salir de ella. La grieta se cierra, se hunden los gritos y se sofocan las alteraciones de cada quien. Y, hermética, no parten, abruptos, los disentimientos por otra convicción. Se realizan operaciones cuando una cápsula se constriñe. Se ve su puerta, su convexidad, pero no, nunca, la solidez de un estrellamiento por delante.
Fuera de una cápsula hay trepidaciones manipuladas por el resto. Son otros quienes se funden en los aires. Son requerimientos de otras doctrinas, bajo otros certámenes.
Pero por lo bajo, disonante, se atreven a fingir espumas de fuego quienes no ven las partidas.

20 jun 2014

Solitario anfitrión

Querer atisbar a los invitados eternos, convidaría a pétalos de jabón. Tantas plantas y tantas jarras hacían el real consorte convirtiéndolo en piedras de un camino acompañado.
Las náuseas habían acabado, las prestancias por rehacer los convites, también; pero en lo profundo de él, seguía rugiendo una invitación al desierto del entorno. Donde cada vez más lenguas fingía tener, más arrogancias por ser solitario segregaba. Y hasta la última hora repensó excluir a sus animales de la penaria y ruda admisión. Su cabaña invitaba amigos, los hacía y deshacía para quererlos amedrentar como hojas sueltas durante tiempos del verdugo atronador. Sería capaz de replantar las plantas, y de enumerar cada elemento de la cocina mediante sus delgados dedos hasta aproximarlo en sillas de una voraz cena. Y lo hizo, y uno por uno se fueron agrupando hasta dejarlo en la cabecera de la mesa. Y la noche devoró sus platos.
Aquel anfitrión jamás tentaría a quienes pudiesen comer y beber. Pero sí, por más peones de estrellas que fuesen, a cualquiera que, asemejándosele, imitara una cena entre conversaciones de pesares asimilados.

6 jun 2014

Cicatrices

Tenía hoyos donde cada objeto tocaba mi cuerpo. Eran marcas de un deslizamiento precoz, rufián y mezquino producidas tras varias ensoñaciones.
Seco, con voz muerta, caminaba bajo la lluvia devolviéndole ese torrente de sangre que fingía darme mediante los truenos. Y, bajo los húmedos pozos rebosantes de agua, cumplía la misión de aguardar cada hilamiento entre ovillos de pintura cayéndose a mí alrededor.
Moría y revivía, quería irme, quería fugarme donde nada hubiere, donde nada me cortase. Pero hasta en los desiertos me arrollaría su arena, su suelo, su viento. Entonces moría poco a poco, sin sangre, sin más que unos pequeños estímulos donados por mis cicatrices.
Mi cuerpo no podía verse sino detrás de cortes pronunciados; detrás de cobertizos de lunas, detrás de fundidos hierros salpicando. Pero podía correr, podía irme de los callejones sabiendo, sin embargo, que ya sería presa de más cortes por cada elemento adueñándose de su filosidad.
Desde luego, ya no camino más. Ya no me siento, ya no me agacho, ya no deseo ni quiero. Ya mis cicatrices me asfixian, y más de una vez debieron disfrazarme de hombre vivo; aunque yo, yo, me vistiera de sangre coagulada.

31 may 2014

Acritud

Sonaron campanas del día,
de la noche de los estipularios candentes.
Un roce promulgó la feria y desde sonismos se comulgó la vaguedad.

Es cierto:
se disuelven las trapacerías de los silencios
que en cada estrofa callan las campanas del fin de los feriantes.

Es falso:
cada vez que golpeo, millonésima pulcritud desentierra una emboscada;
y termina, da un fin a hombres desenterrándolos hasta vestirse.

23 may 2014

Los gatos

Blanco en frente de mí.
La luz entra por la derecha, a raudales, a través del cristal de dos ventanales enormes, grises, desde los cuales se pueden ver cuatro árboles, solo cuatro, maltrechos, como si alguien los hubiera expulsado del paraíso a este erial terrestre.
Dos gatos miran, tirados bajo su sombra, algo que está más allá de mi comprensión, la gravilla que hay cinco metros delante de sus narices. No hay nada salvo eso. Qué ocupa su mente es algo tan desconocido o abstracto como el vacío, para mí. Son gordos. No sé dónde encuentran el alimento, pero o es generoso o abundante en grasas, aunque tampoco el ejercicio forma parte de su modus vivendi dada su posición casi constante a lo largo del día, al menos de la parte del día que yo los veo; o quizá su morfología se deba a su perenne inacción. No lo sé. A veces desaparecen para, al poco, estar de nuevo ocupando ese espacio ya hecho a la sombra de uno de esos cuatro tilos.
Mi vida y la de ellos es así, estricta, monótona, repetitiva, abúlica.
 
Faltan desde hace ya cuatro días. No sé la razón. Me pregunto si el restaurante chino de la esquina tendrá algo que ver con ello. De cualquier forma solo puedo asegurar que la singularidad no fue un sueño sino que permitió el ascenso. Sin embargo, me pregunto, también, de qué.

 

21 may 2014

Monógrafo

Escribía todos los detalles circunscribiendo al universo entero. Temía que lo hallasen, que lo desautorizasen o que destrozaran sus escritos. Pero esas monografías, hablaban, decían y repetían las vidas de los hombres.
Sus dedos se alargaban hasta completar las variadas terminologías de peces sin acuario cercano; hundiéndose en los fangos o moviéndose en pequeños charcos. Sus dedos, aquellas falanges, revisaban una y otra vez los pluralismos de lo descripto. El solo cercenaba su imaginación al redactar, y durante los posibles desencantos, continuaba igualmente. Había figuras en esas hojas, había vida y muerte: un solaz donde poder reunirse con sus adorables páginas. Los estigmas, los ahora y después de cada arrebato cercenaban sus cualidades de directo escritor; aunque suponía cierta complicidad al redactarlos.
Y sus esfuerzos continuaron, porque él, Dios, no teme interrupciones.
Es de día y ya termina su trabajo, su menester de agrupar todo lo creado en un solo libro, en líneas horizontales donde tal vez imaginase una eternidad que arruinara lo dicho. Porque él, solo él, podía dar una infinitud con rayos de sombra ocultando los perecimientos de los mortales.

9 may 2014

Desdichas

Noches escarmentosas rumian placideces,
desde esa vez que me fui,
que volví, y me quedé,
sabiéndome partícipe de su inacabado llanto postrimero.

Pero, ¡sabré velarte, artífice de ruinas!
¡Sabré reunirme entre burbujas de metal!

Aunque tampoco sepa si esa noche conmigo
jamás,
nunca,
sufriríamos la unión fundamental.

4 may 2014

Molecular

Despidiéndome de los vacíos, más miniaturas convergen sin saberlo. Continúan diseccionando párrafos de centinelas carcomidos; los tuyos, los míos, toda la circunvalación de una partícula evaporándose.
Por fuera, por fuera y por dentro yacen los petrolíferos andamios de cuanta misericordia subyace emergiendo con claridad. Están ahí, debajo y sobre, están ahí. Y mientras andemos perspectivando los vientos, seguirán ahí; pero he notado cierta vacilación al demostrarte que también hay vacíos entre ellos. Y un molecular paradigma ofrece certidumbres donde no las hay, donde tal vez las hubiere, donde quizás el ojo tenedor de cuanta malicie sulfure, se quema deshaciendo las crisálidas de tanto abatimiento.
Por fuera, por afuera de los cuerpos y por adentro de ellos, hay vacíos de estalagmitas de cavernas de hielo de solares. Y también es nuestro el imaginoso bochorno en cuestionar las dádivas de las rencillas miniaturistas al saberlas una y unívoca, el certamen de la visión, el ánima de las vicisitudes, y los ritos de los plagiarios.
Donde no sabré de tu partícula, escaparé; me iré hacia las cavilaciones del pensar fingiendo ignorarlo y aludiéndolo con tinajas de los volúmenes siglares.

2 may 2014

El hombre de tierra

Vuela y cae, se eleva y se distancia aquel cuerpo con sus pensamientos. Sin temer los terremotos, es uno, y es todo el suelo, aquel volumen sin cara y con firmeza.
Cada uno de los transeúntes lo pisa, lo repliega y abochorna mientras él es vuelo, y es caída; es paciencia y resquemor, es sobre todo un hombre de tierra aguardando la lluvia. El sabe de consistencias, de paciencia, de tenacidad y temperamento cuando los vientos lo subestiman y llevan hasta golpear. Entonces él golpea, él agrieta, él tropieza y saca toda templanza desde los rostros hacinados en multitud de astros. Es que él sobredimensiona su abismo, su hoyo, mientras el resto subestima su caricia.
Aquel hombre de las tierras, de tierra, saldrá a aconsejarte que huyas, que desarmes y prepares los suelos donde cada vez más tormentas desaliñan.

19 abr 2014

Derramado

A veces, su cuerpo parecía irse hacia los suelos. Notaba una turbación en la sien mientras los ojos se iban, el pelo y la boca caían. Y hasta que se formó líquido sobre lo bajo, ignoraba acerca de movimientos continuos.
Se molesta, se para, detiene todo ardor quejumbroso entre los fueros nasales, y se une a la lluvia. Contempla los caminos, mira con todo su cuerpo hecho ojo el último refrán de los cielos. Se cae, ubica cada una de sus partes sobre la anterioridad de las abismales cloacas donde podría verterse. Pero no, el cuerpo se detiene, aflora, se estira y cree pertenecer al cálido aire evaporándolo. Y se deshace.
Nadará sobre tu techo, sobre el mío, para jamás derramarse ni columpiarse. Y nadará ignorándolo, siempre, hasta que se reconstituya su cuerpo.

10 abr 2014

Dados

No siento qué. Andando llevo el estigma, en la mano, camino de la leprosería, alejándome de lo humano. No siento dónde. Fuera del vertedero que viví en el tiempo de los señores de la calumnia. No siento cuándo. Comí la impureza de la carroña despreciada hasta por los cuervos.
No siento nada. Todo es un velo. La seda de una vida que solo cubre el Camposanto. Los augures mintieron.
Quiero acurrucarme fuera. Quiero ser dentro.

6 abr 2014

Reliquia

Embeben sangres de muertos recuerdos
aquellos utensilios, aquellos objetos.
Pero no seducen la ingrata fisonomía de forajidos presentes.
Aquellos elementos siempre beberán la sangre de los muertos.

21 mar 2014

Desacuerdo

Decimos sí al recuerdo,
al dolor,
al resentimiento y a la envidia.
Aunque decimos sí al óptimo estandarte de estos olvidos.

No sabré decirte por qué,
pero sí, para siempre.

8 mar 2014

Penurias

Después de los soles, después de la luz convergente, deviene. Hace trizas, da espanto, acaricia la molicie de años impagos al infecto hombre clarividente.
Después del sol no hay luna, ella ya estuvo, ya permaneció, ya irradió. Después de los soles la algarabía termina, se infunden los cantos de los vencidos, y de aquellos efímeros vencedores. No hay tregua para el meditabundo aquel que difunde los placeres de los sabios, de los eruditos. Porque ellos ya tienen su lugar en el laberinto de insospechables cadencias oscuras que derraman llantos de sombras.
Después de la luz, después de las luces, hay oscuridad. Y sus sombras más temibles merodean espantables lechos para reincidir detrás del hueco espectro para perecer.

28 feb 2014

Líneas

La consecuencia inmanente al hecho de mirar en derredor constantemente para establecer pautas de comportamiento fue  un desorden emocional a la hora de catalogar todas y cada una de las sensaciones sin que provocasen un colapso interior, mientras trataba de lograr, al tiempo, la visualización, si no de un objetivo final sí de señales en el devenir actuacional.
Conseguí establecer una estructura visual en base al estatismo de unas formas estudiadas al detalle, hasta el paroxismo incluso, que fueron convirtiéndose en la piel de mis ojos.
Aparentemente no sirvió de nada, seguía sin oír.

21 feb 2014

Torsión

Se tuercen, se agigantan, se torsionan los objetos mientras temen su quebranto. Se mueven en sí, desde sí y para sí, hasta retorcerse y mirar en todas las direcciones en que la eternidad perdura. Son elementos de varios móviles, y de varias cedencias estos objetos que olvidan su sentido.
Torcerán sus límites, sus tendencias, su cadencia en despertar al mismo día que fusionarán todos sus posibles. Serán adecuados y dispendiosos ante la marcha de una rutina mezquina y carente de animalismos. Serán, porque ya lo fueron, elementos ineptos en delinear rectas y curvas perfectas.
Retorcidos, miran sus vejeces y cada una de las hilaridades que componen sus tiempos perdidos; y fruncen cada ceño cuando pisan las únicas baldosas donde son puestos. Son hechizos de una secta bestial por canónica, y sedentaria por egregia: son torsiones en tiempos sin pausa aquellos objetos observándose en difusa meditación.


8 feb 2014

Claros

De día,
bajo los soles,
de día creo hallar presuntuosas marcas ante las brusquedades.

De día,
el sol detalla abismosos llanos permitiéndome decolorar los vientos.
De día creo hallar,
de día supuestos márgenes limitan voces contra crudos rugidos.

Pero de noche,
¡sí, de noche!
Se pretende que camine hacia el fin,
término con holocaustas abrazaderas. 

4 feb 2014

Epistemos

El laberinto es el Verbo. Cada paso que gira es diestro y sin embargo la luz, fuera de ausencias, se quiebra al hacerlo, carente de vida, silente. Siniestra.
Perdidos, en una estructura de la justificación, convertimos nuestra vida en una secuencia infinita, un reguero hacia Él, un laberinto eterno, abisal, en busca del Verbo, ausentes de Él, caminamos.
Epistemos.
Carece de sentido, el sentido mismo. Solo cabe, por ello, quizás, eliminar todo pensamiento, salir de sí, abandonar la opresión, dejar de ser, fundirse en el propio laberinto, ser Él.
En el principio fue el Verbo. La vida es Él, hacia Él, en Él. Y no Él sino Él.

2 feb 2014

Desde

Desde cada molécula insalubre merodea su contrición. Se arquea la minúscula partición ante los desdobles de yertos tambores puestos en medida de términos.
Desde cada versículo merodean costumbres de un tacto inequívoco sobre las fronteras. Se apagan las diáfanas estilizaciones de mares vivos ante la prevalescencia de los ríos.
Todo parece infinito, eterno, y, ante las vicisitudes de las apariencias, camino hacia un abismo de despertares, claro, expansivo, desde
donde todo simula retornar, ciclos, con egregeidad de cuentos pertinentes desde
donde cuando estaré desde
donde cada serpiente adivina retome su reto, convulso, melodioso desde
donde cuanto visitaré desde.

28 ene 2014

¡Oh Nínive!


A veces siento, oh Nínive, la omnisciencia, como la más brutal de las cargas; pesado fardo soportado, apenas, por estas ya dobladas espaldas, levantadas por piernas en exceso andadas sobre una tierra que hiede y que hiela, que esputa sangre a borbotones por las laceradas heridas de los hijos de los hombres, hendidas por el hastío y la desidia, por la avaricia y la infamia.
Desprecio, oh Nínive, esa merced que me ancla a la pústula de la que provengo, a los dioses, bastardos padres de esta su creación.
Yo, que soñé su fragancia. Santa ignorancia.
Ahora solo pido la nada, ser ciego, muerto, la desaparición. Pero, oh Nínive, yo, tu Dios, no poseo el regalo que se os dio, y vivo aquí, negado, en la decrépita e inhóspita omnisciente eternidad.

26 ene 2014

Recubre

Cubre con un manto todo sitio, toda circunstancia y toda réplica. Afanándose en perderlo todo, alza su manto sobre las calles, sobre las vías, sobre el pavimento.
Ve castillos de piedra que deben ser cubiertos por su manto eterno. No es un proteccionista, ni un arqueólogo; sino un hombre de piedra recubriéndolo todo sin pensar en oponentes. Hombre que va, que viene, que se desfigura para adaptarse ante las brusquedades de los tiempos. Es un erudito en materia de recuerdos: memoriza los árboles, cada rama y cada hoja antes de hacerla desaparecer.
Hombre que va, que viene, ve recuadros de ironías lejanas prontas a desperdigarse bajo el blando manto que todo cubrirá. Y sabe, lo sabe, sabe que más allá del universo cubierto, nada será sino una memoria anecdótica.

24 ene 2014

Lágrimas

Caen gotas, y no hay lluvia que las otorgue. El suelo es un acuario de ojos muertos preparándose para un caer más. Caen gotas, caen de a poco desde heridas impensadas.
Al conjeturarse sólido, firme y sin penurias, gotas caen unas sobre otras desterrando aquel firmamento con su ilusoria plenitud. Es que ve la estrechez de los cielos, su oscuridad, su omnívora sombra cediéndose clarividente ante compromisos frugales. La luna calla, y las estrellas se despiertan muertas frente a los artilugios de su voz. Cada gesto emerge solitario hasta irse ronroneando en una mejilla ajena. Las palabras son desagradables con una fisura de esnobismo inminente; y las muertes atraviesan el patio donde tal vez, si no estuviera, remansaría su suelo pidiendo secos juegos. La gota llama, la gota impera. Es una nota dejada sobre liendres húmedas de carbón en llamas, es una perla, aunque no una sujeta: es un rubí de soltura librándose a los aires para servirlos con su metamorfosis en un cadáver.
Piensa en los tiempos, en las decadencias. No es sino una lágrima aventurándose sobre los rieles de hojas de vidrio creciendo en cada mejilla delgada.


20 ene 2014

C.

Me siento de nuevo, una vez más, como en medio de una habitación acolchada, en silencio. No oigo nada. No sé quién hay fuera. No sé, tan siquiera, si hay alguien fuera. Siento que alguien me observa pero no sé quién me observa. Y siento… Siento miedo. Me siento sola. Aislada. Mi respiración se acelera. No me acerco a las paredes porque no quiero que me atrapen. Estoy en medio. Estoy en medio de la nada.
Es el pavoroso reverso de la realidad, o el reverso pavoroso de la irrealidad. No lo sé. Solo sé que el miedo es más que cualquier otra cosa. Un adiós a la belleza. Un adiós a la vida en medio de la nada.
A  veces me refugio en mi zulo. Me tumbo sobre el jergón. Los pies sobresalen. Tengo frío. Miro hacia arriba. El techo es blanco. Con desconchones. Hace  mucho frío. No sé qué es esto. Una habitación vacía, acolchada. ¿Dónde estoy? Aquí. Hoy. Siempre. La mirada extraviada. La respiración acelerada. Silencio. En medio de la nada.

18 ene 2014

Ultratumba

Serían inciertas las pasiones de los tiempos si los soles no enredasen con su final. A los hijos de los días los culpo de indecentes, de penosos, de remanentes; como si murciélagos corrieran durante los ánimos de las mañanas.
Si el tiempo no tuviera desenlace, caminaríamos sobre los límites de la embriaguez humana. Sus cuotas, sus descansos, sus cicatrices de soles marchitos ante la rabiosa búsqueda de las anticipaciones. Pero tener fin, tener término, es tener destino; sino los deseos se multiplicarían enfrente de las infinitudes de los accionares, de las ansiadas especies para optar. Y creo en la vaciedad de una vida sin pasión alguna, sin verbo, sin la antorcha de su arrogancia resumiéndose a un as con luminosidad de pequeña lumbre.
Hay un arbitrio, hay una soledad en los quereres, y hay multitudes de fugacidades repentinamente al azar ante las disposiciones de cada mente. Lo juzgado puede ser lo divino, esa gracia donde tememos desaferrarnos para no caer sobre los carbones incendiosos, sobre lavas tempestivas, sobre cada uno de los milésimos durante cada opción.
Con el tiempo, junto a los términos, culminarán las dudas, la insidia de los afanes y las descomposturas por los desánimos. Pero si en cada segundo veo una división permisible, veré en el fin que no es tal, que los desenlaces son equívocas raíces clavadas en mi entorno impidiendo la circulación. Y veré en cada vez, en cada cuando, una irrisoria falacia de un anónimo Dios hecha para rebelar una duración que en sí es quietud en permanente oposición.

12 ene 2014

Revuelto

Decidió caminar mientras su cuerpo se balanceaba en extremo. Creía en las dislocaciones de sus huesos, de sus músculos, de su sistema nervioso. Pero caminaba teniendo como meta la recomposición cuando se sentara en aquella silla del campo.
Las atenuaciones a las que se había enfrentado no permitían más de una parada cada cientos de pasos. Y la mayoría de sus especulaciones no viraban más que un simple cortejo en penumbras tras siglos de descomposición. Es que mientras caminaba, caminaban sus huesos por una parte, sus músculos por otra y al final sus nervios. Los tejidos se descomponían, y cada vez que actuaba desconsiderándolos, dejaba una huella de su estandarte organismo molecular sobre los aires.
Caminando, llegó a caminar con sus huesos solamente; y con brusquedad imploró a más de un ave para que le brindasen alas con las cuales volar sin descomponerse. Pero el balanceo lo apresuraba, las tímidas rencillas lo hacían más apto para darse contra la intemperie. Y más de una vez su cuerpo –retirándose- cayó entre precipicios orgánicos.
Caeré y caeré sobre los huesos hasta deshacerlos. Cada obligación a dar un paso más hacia esa silla será subestimada por mí, y cada pergeñación convertirá las miasmas de la paz en un cruel reducto donde nada rezará ni cederá hasta dejarme descompuesto sobre los espacios mutilándome.

4 ene 2014

Decapitación

El cuello cortado, la cabeza arrasada, el cuerpo inmóvil. Quien hará de su decapitación un símbolo de tregua, inflamará la pequeña llaga hacia las ligaduras del restablecimiento.
Soy la cabeza, soy la boca, soy la lengua en llanto permutando sílabas por sangre. Por ser ingrato huésped entre estos páramos, haré desmanes más allá de desquites salubres. Seré quien decapite, quien suscriba péndulos en tortuosas marchas de viejos antagonistas; quien desangre, quien oprima, quien debilite hasta los trémulos pasos de las caderas victoriosas. Y jamás nadie implorará por más suplicio que la decapitación.
Extraeré orejas, lenguas, nariz y ojos. Los pondré por arriba de las muestras en frascos viscosos donde no habrán liquidaciones con más de la marchante fábula de la indecoración. Y quien me vea, quien asome sus miradas sobre la espada filosa, verá un nicho, o dos.
Pero a aquellos que resuelvan, que mediten y remedien sobre el final de sangrientos términos, callarán con una cortada lengua en su esternón perforado. Siempre y cuando reduzca mi muerte a una extensión vívida de propósitos de ultratumba.