
Suelo mirar a los pájaros cuando se posan en las baldosas rotas para beber el agua de esos pequeños charcos, casi laguna para ellos. Andan a saltos, los gorriones. Me gustan. Las palomas se contonean, sin gracilidad alguna.
Siento la lluvia. Despacio. A veces golpea con más intensidad. Hoy. Los sonidos ásperos elevan palabras sin sentido, hacia nadie, y sin embargo provocan lo innecesario. Aún no sé porqué.
Los árboles se convierten al amarillo, esa religión oficial tan extendida en los otoños cálidos. Suelo mirar con fijeza buscando un cromatismo negado a la mayoría no sé muy bien porqué. Sí, ¿pero qué importancia tiene? El agua no deja ser. El miedo más bien. El miedo al agua. Regueros de agua de lluvia por doquier. Hoy es ayer. Mañana no fue.
Llueve otra vez.